Ahora nos rasgamos las vestiduras con Trump…

No seré yo quien defienda a Donald Trump, y menos aún sus obscenos y frívolos comentarios, grabados en 2005 pero destapados recientemente para indignación mundial. La valoración moral y política, justamente condenatoria, ya ha sido hecha en muchos medios.

Sin embargo, llama la atención que sus palabras, acerca de lo fácil que es seducir mujeres –en el sentido más burdo de la palabra– cuando se es una “superestrella”, hagan rasgarse las vestiduras a una sociedad (o quizás solo a su opinión pública) que en el mundo del espectáculo y el entretenimiento ha tolerado, y jaleado, una grotesca cosificación de la mujer. Basta echar un vistazo a los videoclips de algunos tótems de la música actual para darse cuenta.

Por otro lado, está el hecho de que las desafortunadas palabras de Trump fueran dichas en privado y sin que él supiera que le estaban grabando. Eso no cambia su estupidez, pero seguramente encontraríamos muchos comentarios parecidos en conversaciones de Whatsapp o Snapchat de tantas personas que ahora claman de ira contra el candidato republicano.

“Bueno, pero se trata de bromas entre amigos”, alguien podría objetar. Lo de Trump también lo era. Y eso es lo triste. La degradación de la sexualidad en el discurso privado y público se ha vuelto tan normal que pocos se ruborizan al decir burlas de este estilo. La misma Arianne Zuker, la mujer sobre la que Trump y Billy Bush hacen sus comentarios, representaba en un sketch el papel de una empleada “dispuesta a todo” para conseguir un puesto de trabajo. Su jefe: Donald Trump. Unos días después de la grabación, bromeaba sobre la situación en un talk-show, con el aplauso del público.

¿Seguimos aplaudiendo?