Cambie el mundo diciendo “portavoza”

Estos días en que media España hace comentarios y chistes sobre “portavoza”, el neologismo creado por la diputada de Unidos Podemos Irene Montero, he recordado algo que leí hace tiempo. En el prólogo al libro Decrecimiento. Un vocabulario para una nueva era (1), Amaia Pérez Orozco defiende “un metabolismo social diferente que ponga las condiciones de posibilidad de vidas que merezcan la alegría [de] ser vividas por y para todxs” (p. 27). Una nota explica la original desinencia empleada en la última palabra:

Evitar el sexismo en el lenguaje es difícil, más aún lo es escapar del binarismo heteronormativo. El uso de la «x» es una forma de «desobediencia lingüística» para casos en que los genéricos no son posibles o bien cuando se quiere enfatizar el carácter plural (actual o deseado) en términos de identidad sexual y de género del conjunto social al que nos referimos.

¿A quién desobedece la prologuista poniendo una equis? No a un poder opresor que puede meter en la cárcel a tales rebeldes lingüísticos. La desobediencia de este género no hace mártires ni puede atribuirse la audacia de un Gandhi. Ni siquiera es en realidad una sublevación contra la Real Academia Española. Y no puede tampoco llamarse democrática, pues la norma última de la lengua es el uso, y quien quebranta la norma se alza contra el pueblo hablante soberano.

“Portavoza” es, como tantos han dicho, una forma femenina innecesaria. En efecto, “portavoz” es un sustantivo común en cuanto al género, que concuerda con artículos y adjetivos femeninos y masculinos. Y como es una palabra compuesta, y no existe “voza” (“voz” es femenina), si se dice “portavoza”, se oscurece la composición, y ya no resulta evidente qué cosa porta la “portavoza”. Quizá por eso no decimos “correveidila”.

Pero esas razones no son definitivas, porque a la postre manda el uso. Ya hay en español femeninos y masculinos derivados sin justificación morfológica, porque proceden de términos comunes en cuanto al género: “modisto”, “presidenta”, “jefa”… En principio, no hacían falta, pero los ha adoptado la generalidad de los hablantes, y por eso existen.

Así pues, se puede inventar palabras, y “portavoza” acabará entrando en el diccionario si el pueblo adopta la idea de Montero. Porque el diccionario da testimonio del uso.

A la vez, es claro que Montero no tiene, como tampoco la Real Academia, poder para implantar una palabra en el habla de la gente. No digo autoridad, sino capacidad efectiva. El lenguaje es una institución social, que pertenece a todos y no está en manos de nadie en particular.

Por eso tiene poco sentido que, a propósito del episodio de la “portavoza”, Pablo Iglesias, el jefe de Podemos, clame contra la Academia por registrar términos sexistas, como si la corporación pudiera impedir al pueblo que use una palabra u obligarle a que la diga. Eso más bien parece ser lo que querría hacer la diputada Montero. Por tanto, si su neologismo no tuviere éxito, que eche la culpa al pueblo.

Tal vez lo más curioso es cómo alguien puede creer que combate el machismo inveterado y promueve la igualdad sexual en el mundo cambiando desinencias (2). No sabría decir si es una ingenuidad colosal o despotismo ilustrado. Ahora bien, si se trataba de dar visibilidad a las mujeres, al menos Irene Montero ha logrado hacer visible a una: ella misma.

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(1) De los autores Giacomo D’Alisa, Federico Demaria y Giorgos Kallis; Icaria, Barcelona, 2015.
(2) Ver también en Aceprensa: La gramática no es sexista.




Madres sin cuota

El Estado francés ha tenido que multarse a sí mismo. Por no haber alcanzado el mínimo fijado de nuevas incorporaciones de mujeres a los cuadros directivos de la administración pública, el Ministerio de Justicia tendrá que pagar 60.000 euros de sanción, y el de Defensa, 120.000. También han sido castigadas tres entidades territoriales, con 240.000 euros.

La llamada ley Sauvadet, de 2012, exige que el 40% de las promociones al nivel superior de la función pública se reserven a mujeres (o a hombres, si son ellos los que están en minoría, cosa que no se da). En 2013, la proporción fue del 32%, y en 2016 subió al 35%, aún por debajo de la cuota mandada. El calendario de aplicación progresiva de la ley ya no concede más gracia, y en un año las administraciones tendrán que cubrir los cinco puntos que quedan hasta el 40%, o sea, casi el doble de lo que han ganado en el triple de tiempo. Y la cuantía de la multa por no cumplir aumentará un 50%.

No es que la administración pública francesa sea un reducto masculino. El funcionariado tiene una amplia mayoría de mujeres: el 62%. Pero no en el nivel superior. Y ahí la desigualdad no es tanto por el sexo cuanto por la maternidad.

Los puestos bajos y medios de la administración permiten, en general, atender bastante bien las obligaciones familiares, mejor que los empleos de categorías equivalentes en el sector privado. En cambio, los altos cuadros de la función pública se ven sometidos a jornadas muy largas y frecuentes cambios de destino; además, para llegar arriba hay que hacer méritos entre los treinta y los cuarenta años. Todo ello deja en desventaja a las madres (también, aunque no en tan gran medida, a los padres; pero en el caso de ellos está más aceptado que no logren conciliar familia y vida laboral).

La socióloga Sophie Pochic, coautora de un libro sobre el tema, dice en Le Monde: “Hay que convertirse en monja o fraile del Estado para acceder a las responsabilidades más altas”. Si lo que se pide, de hecho, es gente sin familia o con familia descuidada, parece claro que la cuota femenina no basta porque no ataca la raíz del problema. Mientras la organización del trabajo no se acomode bien a las necesidades de las madres, ni siquiera en la Administración pública y por mandato de la ley se consigue la igualdad. De hecho, para las madres no hay cuota.




El consejo antiacoso de una madre a su hija

Apropósito de las recientes denuncias de acoso o agresiones sexuales, un comentario en el Wall Street Journal dice algo que hoy parece muy audaz decir. En todo caso, solo puede decirlo una mujer.

Angela Rocco DeCarlo recuerda un consejo que le dio su madre: “Nunca entres en la habitación de un hombre en un hotel”. Algunos de los abusos que nos vienen contando últimamente tuvieron lugar en escenarios de esa clase. La autora del artículo relata un episodio que tuvo cuando trabajaba escribiendo semblanzas de famosos para los periódicos de Chicago. Para hacer una, entró en una habitación de hotel y se encontró un hombre descalzo, cubierto solamente con un albornoz, que le invitaba a sentarse a su lado en el sofá. Ella se quedó de pie, con la espalda apoyada en la puerta, hizo sus preguntas y se fue. Ya no volvió a desoír la recomendación materna.

Atenerse a ese principio no evita, desde luego, todos ni la mayoría de los abusos. Como señala Rocco DeCarlo, hay hombres depredadores, y el acoso no se debe tolerar. Pero a la vez, ella cree que las mujeres han de ser prudentes, o dicho de otro modo, realistas.

Pone un ejemplo que vio en la primera página de un diario. Una foto mostraba a una adolescente muy escotada exhibiendo un cartel: “Que enseñen a los chicos que las chicas no son objetos sexuales”. El artículo acompañado por esa imagen sostenía, resume Rocco DeCarlo, que “las chicas deberían poder ir tan desvestidas como quisieran y nadie, en especial los chicos, tienen derecho alguno a reaccionar”. Ahora es ella la que da el consejo: “Lo siento, señorita. El mundo no funciona así. Alguien tendría que habérselo dicho”.

Pero estas cosas ya no se dicen. Se tomarían como una pretensión de excusar el acoso, de quitar culpa a los agresores pasándola a las víctimas. Y es verdad que la ocasión no absuelve del abuso. Tampoco del robo; ahora bien, no se oye a nadie defender su derecho de pasear de noche por cualquier lugar luciendo su reloj de oro o simplemente su teléfono móvil. Y tal derecho, en cierto modo, existe, en cuanto que ninguna ley prohíbe obrar así. De todas formas, periódicas campañas en el transporte público nos insisten en que estemos precavidos contra los carteristas, sin por eso negar nuestro derecho a llevar el dinero en un bolsillo exterior.

Hoy no se niega que una mujer puede ir prácticamente como quiera. Pero hoy parece igualmente oportuno, y a veces resulta más difícil, afirmar su libertad de vestir modestamente.

También se ha recordado estos días la “regla Pence”, así llamada en referencia al actual vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que hace quince años declaró que nunca comía solo con una mujer que no fuera su esposa. Tachada por muchos de mojigata, han empezado a salir voces femeninas en su defensa. Ya antes de la actual oleada de protestas contra el acoso, una profesora de Yale la consideraba una buena protección para las mujeres en el trabajo.

Señores viajeros, no debería haber carteristas, pero los hay. Por desgracia, hay igualmente hombres brutos o lascivos.




La víctima olvidada de la manipulación genética

Un experimento publicado en Science ofrece nuevas vías, prometedoras y sin inconvenientes éticos, para las posibilidades abiertas a la manipulación genética por la técnica CRISPR.

El motivo principal de reparos con relación al CRISPR es la posibilidad de usarlo en la línea germinal (gametos o embriones), porque el cambio del genoma afectaría a todo el organismo de modo irreversible y se transmitiría a los descendientes. Haría falta tener certeza de que no se producirían consecuencias imprevistas, cosa que ahora no es posible. De ahí que se hayan propuesto moratorias contra tales manipulaciones.

El reciente estudio no plantea ese problema porque no modifica el ADN, sino el ARN que sirve para sintetizar proteínas. Los investigadores lograron corregir dos mutaciones del ARN que causan sendas enfermedades, la anemia de Fanconi y un tipo de diabetes. El procedimiento ideado por ellos, al que han llamado REPAIR, es una variedad de CRISPR que emplea la enzima Cas13, en lugar de la Cas9 con que se manipula el ADN.

La nueva técnica entraña menos riesgos, pues no exige cortar la cadena del ácido nucleico para cambiar el fragmento defectuoso, a diferencia de la modificación del ADN con CRISPR-Cas9; así se evita el problema de reunir los dos cabos. Y el cambio del ARN es, en principio, reversible.

Hasta la aplicación terapéutica falta, desde luego, mucho. Además de afinar el procedimiento, será necesario comprobar si la manipulación del ARN suscita una respuesta inmunológica del organismo. Por otro lado, REPAIR solo sirve para sustituir un nucleósido determinado por otro: la adenosina por la inosina. Para otros cambios habrá que buscar enzimas distintas.

Además de REPAIR, hay otras investigaciones de manipulación genética que no afectan a la línea germinal: son ensayos, actualmente en curso, para modificar el ADN con CRISPR-Cas9, pero en células somáticas.

A diferencia de esos trabajos, los de manipulación de la línea germinal podrían acabar como los del aprendiz de brujo. Pero aún no han hecho nacer a nadie con su genoma modificado. En cambio, ya presentan un problema ético que se menciona menos: el uso y destrucción de embriones humanos para experimentar. De los estudios emprendidos hasta ahora, tanto el primero, de investigadores chinos, como el segundo y más exitoso, hecho en Estados Unidos, crearon embriones con anomalías genéticas para corregirlas mediante CRISPR-Cas9. Otros experimentos incluso no tienen intención terapéutica, sino averiguar qué genes favorecen el desarrollo y la implantación de los embriones, a fin de mejorar la tasa de éxito de la fecundación in vitro: es el caso de uno realizado en Gran Bretaña y otro que están en marcha en Suecia.

Quizá algún día se consiga mediante la corrección del genoma, que nazcan niños libres de enfermedades hereditarias. En medio de tan grandes esperanzas, el ser humano embrionario es la víctima olvidada de la manipulación genética.




Ignorantes en tareas domésticas

Los millennials, jóvenes que ahora están en torno a los 23-34 años, más o menos, son quizá la generación mejor preparada de la historia. En Estados Unidos suman cerca de 60 millones, y buena parte de ellos son los que inician start-ups, pueblan las empresas de tecnología, se incorporan a consultoras financieras o jurídicas…

También están dando pasos trascendentales en la vida: emanciparse, casarse, tener hijos. De hecho, son en Estados Unidos el 42% de los compradores de viviendas. Y, como comprueban las empresas que les sirven lo necesario para poner el nido, esta generación tan titulada resulta estar pez en algunas materias elementales: no saben fregar suelos, colgar un cuadro, planchar, coser un botón, hacer reparaciones comunes, cocinar. Sus proveedores, cuenta un reportaje del Wall Street Journal, se ven obligados a facilitarles lecciones sobre tareas domésticas, incluso muy básicas, que sus clientes de otras épocas no necesitaban. Home Depot, por ejemplo, va a instalar en sus tiendas centros para enseñar a hacer arreglos caseros.

Estos jóvenes, dice el reportaje, tuvieron una infancia muy ocupada con ballet, clases de un tercer idioma, deportes… Se acostumbraron a un estilo de vida muy dependiente de la tecnología, vivieron una adolescencia prolongada. Así, ayudaron en casa de sus padres mucho menos que las generaciones precedentes, y ahora que tienen casa propia, no saben cuidarla.

Quizá en Silicon Valley están en la vanguardia profesional. Pero el trabajo doméstico, sin tanto brillo, es más decisivo para su felicidad. Es lo que hace de una vivienda un hogar donde se está a gusto, salpicado de detalles que revelan cariño y no mera eficiencia. Ahora esta generación puede aprender a apreciar las tareas de la casa y el servicio que prestan quienes se dedican profesionalmente a ellas. Y tiene la oportunidad de evitar que la misma laguna en su formación se repita en sus hijos, que estarán mejor preparados para la vida si, aun a costa de perder algunas clases de idiomas, aprenden a pasar la aspiradora.




Que los niños se junten y jueguen

La semana pasada, Lego, el fabricante de juguetes danés, publicó sus resultados del primer semestre del año, que muestran un retroceso del 5% en las ventas. La empresa ha anunciado una reestructuración que exigirá unos 1.400 despidos, el 8% de la plantilla.

Los problemas de Lego no deben de obedecer a que hay menos niños, pues este descenso de ventas es el primero en trece años, mientras que la baja natalidad viene de mucho antes. También otra gran juguetera, Mattel –la creadora de Barbie–, ha registrado una caída, pero mayor (–6,4%). En ambos casos, el problema parece estar más bien en la competencia por parte de la creciente oferta de distracciones electrónicas para niños.

Hace tres años, una encuesta del Michael Cohen Group a padres de Estados Unidos reveló con qué se entretienen allí los niños de 3 a 12 años. Los medios de mayor éxito son los dispositivos con pantallas táctiles, usados “a menudo o muy a menudo” por el 62% de los niños. Si se añaden los videojuegos (48%), resulta que la diversión electrónica es la categoría número 1. Los bloques y juguetes de construcción, como los que ofrece Lego, son cuartos, con el 49%. Los puzles, tan educativos, figuran en último lugar (38%), ex aequo con los juegos de mesa.

Lego ha visto venir la amenaza y desde hace años intenta combatirla con las mismas armas del enemigo. Ha promovido videojuegos basados en sus productos (como el reciente LEGO Worlds y otros muchos) y ha sacado unos robots que se construyen y se manejan con un iPad u otra tableta. Pero finalmente no ha logrado evitar que baje su volumen de ventas.

No precisamente por la prosperidad de Lego o Mattel, sino por el bien de los niños mismos, sería bueno que pasaran más tiempo sin pantallas. En general, los especialistas advierten que el recurso frecuente a tabletas, videoconsolas, televisión o Internet puede ser perjudicial –sobre todo para los más pequeños–, o retrasar el desarrollo neuropsicológico y la adquisición de aptitudes para relacionarse. Así dicen, por ejemplo, el psicopedagogo Nacho Calderón Castro, o la Academia Americana de Pediatría. Hay, desde luego, videojuegos educativos; pero muchos fomentan las respuestas repetitivas y lo más común es que se jueguen en solitario.

No es tan difícil que los chicos se diviertan de otra manera. Hace poco presencié una reunión de familias en un jardín. Mientras los padres conversaban, los pequeños no se aburrían, aunque no había consolas ni tabletas ni un mal Lego. Unos se pusieron a dar patadas a un balón (un tanto desinflado, por cierto, pero no se quejaron). Unas niñas descubrieron una plataforma rodante, para uso de los jardineros, y estuvieron turnándose en empujarla y ser llevadas en ella, como si fueran princesas en sus carrozas.

Tampoco los niños de ahora necesitan muchos recursos para entretenerse. Quizá les haríamos un gran bien dándoles más oportunidades de juntarse con otros y jugar simplemente con cualquier cosa que tengan a mano y su poderosa imaginación.




Datos sobre los abusos en Ratisbona

El informe sobre malos tratos y abusos sexuales a niños del coro catedralicio de Ratisbona se publicó ayer y tiene 440 páginas. No es fácil digerirlo en un día. Pero si se lo ojea, se encuentran datos significativos que no salen en las noticias de los periódicos.

La institución llamada Regensburger Domspatzen (gorriones de la catedral de Ratisbona) comprende el coro y una escuela de enseñanza general y musical, con alumnos externos y un internado que actualmente tiene unos doscientos estudiantes, de 10 a 18 años. La mayoría de los malos tratos y de los abusos sexuales se cometieron en el internado.

Predominaban los castigos físicos: son los que sufrieron 500 de las 547 víctimas que cuenta el informe. Las de abusos sexuales son 67, la mayoría niños de 10 a 12 años. (La suma de unas y otras es mayor que el total de víctimas porque algunas fueron objeto de agresiones de ambos tipos.)

Los castigos corporales fueron infligidos por 45 profesores o responsables. Son de diversa entidad: había algunos menos violentos como tirones de oreja o cachetes, pero también golpes con palmeta, con el puño o incluso con un manojo de llaves. El informe no dice en qué proporción se daban, pero de los testimonios deduce que los más frecuentes eran los segundos, y que en Ratisbona se empleaban más que lo común en la época.

En cambio, la distribución de los abusos sexuales es detallada. Hubo tocamientos e insinuaciones, pero también en este caso la mayoría fueron más graves, violaciones incluidas. Y, como se ha visto en otros lugares, los abusos son en general antiguos, y se concentran principalmente en ciertos periodos y en unos pocos autores reincidentes.

Así, aunque el informe abarca setenta años (1945-2015), casi dos tercios de las denuncias corresponden a abusos cometidos en las décadas de 1960 y 1970. El más reciente es de 1992.

Los autores son en total 9, directores o prefectos del internado, y un profesor de música. Tres de ellos tienen la mayor parte de las víctimas. Uno, con 14, fue director del internado desde 1953 hasta que fue suspendido en 1958, a raíz de las acusaciones, y en 1959 fue condenado a tres años de prisión por los abusos cometidos allí. Otro (11 víctimas), prefecto del internado de 1970 a 1972, antes de ser sacerdote, cometió gran cantidad de abusos en ese tiempo. El tercero, director de la escuela primaria durante casi cuarenta años (1953-1992), registra el mismo número de víctimas, pero el mayor número de violaciones. A los otros seis acusan menos víctimas y de actos menos graves en su mayor parte.

Excepto los del único condenado, los abusos no se aclararon ni castigaron en su momento. La mayoría han aflorado muchos años después, cuando algunas víctimas empezaron a publicarlos y avivaron la memoria de otras. Tres de cada cuatro denuncias recibidas por el encargado del informe llegaron en 2016. El mismo fenómeno se ha dado en otras partes. Por eso los informes como este, por lo general exhuman un pasado oscuro que mancha la reputación de instituciones donde ya no se dan tales crímenes y que ha de ser afrontado por responsables actuales que no estuvieron implicados.




Los libros más polémicos del mundo

La semana pasada hubo una noticia sobre educación en España que más de un periódico sacó en la sección de Política (por ejemplo, La Vanguardia o El País). Era una discusión a propósito de los libros de texto. Un editor declaró que su gremio recibe presiones de las comunidades autónomas para acomodar los contenidos de ciencias sociales a la línea política del partido en el poder. Antes, un sindicato de profesores había publicado un informe donde denuncia tergiversaciones tendenciosas de la historia en manuales escolares actualmente en uso. El ministro de Educación fue interpelado en el Congreso y luego encargó un informe sobre el caso.

Las polémicas como esta son comunes en el mundo. Qué se inculca en las mentes de los niños es un tema muy sensible, particularmente por lo que se refiere al pasado del país propio y de los vecinos. Lo tiene comprobado el Georg Eckert Institut, de Braunschweig (Alemania), dedicado a investigar sobre libros de texto. Hace años, la entonces directora, Simone Lässig, dijo a The Economist que, de todos los manuales escolares, “los más discutidos son los de historia y geografía, especialmente si incluyen mapas”.

Asegurar que en los colegios se enseña la versión oficial de esas materias siempre ha sido un objetivo de todo régimen deseoso de controlar la sociedad. En los libros que estudian los escolares chinos, contaba The Economist, la hambruna consecutiva al Gran Salto Adelante se llama los “tres años de dificultades económicas”, causados por malas cosechas; la Revolución Cultural y las protestas en Tiananmen ni se mencionan. Aunque tras el 11-S, Arabia Saudí prometió retirar contenidos incendiarios, en los manuales en uso permanecieron, según el Institute for Gulf Affairs, de Washington, afirmaciones como estas: “Los judíos ocuparon Palestina con ayuda de la hostilidad de los cruzados hacia el islam”; “Judíos y cristianos son enemigos de los creyentes”.

Pero tampoco en países democráticos la cuestión es pacífica. Los vecinos de Japón se quejan airadamente de que los libros de texto de ese país callen sobre los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas imperiales en sus invasiones del siglo XX. En Estados Unidos hay polémicas recurrentes sobre si los manuales de historia norteamericana prestan la atención debida a los puntos oscuros, como la esclavitud o las matanzas de indios. En Gran Bretaña, hace cuatro años, se produjo una disputa, que incluyó una guerra de manifiestos y declaraciones entre historiadores, a propósito de una propuesta para reformar el plan de estudios nacional: según unos, el gobierno pretendía enseñar el pasado británico de modo etnocéntrico, rebajando a la insignificancia el papel de las minorías; para otros, con tales quejas se intentaba imponer una visión ideológica y manipulada.

“Mientras se usen libros de texto –decía Lässig–, y mientras sean publicados o aprobados por el Estado, seguirán siendo un asunto político”. Por eso, el Georg Eckert Institut no es la única entidad que se interesa por los libros de texto que se usan en el mundo: también el Departamento de Estado norteamericano hace lo mismo con otros fines, como anotaba el semanario británico.

“El grado de control que ejerce un gobierno sobre los libros de texto es un índice válido, aunque impreciso, de su interés por el control ideológico”, señalaba The Economist. El modo de contar el pasado, de repartir antiguas glorias y culpas, puede servir para dar legitimidad a posiciones del presente. La historia siempre dará lugar a controversias y los gobernantes siempre estarán tentados de hacer valer una interpretación que apuntale su poder. En esto, como en tantos otros asuntos, la garantía y la prueba prácticas de la libertad es el pluralismo: que los libros de texto no tengan que plegarse a una ortodoxia oficial para ser autorizados, que haya libertad para escoger entre ellos y que las familias puedan elegir escuela. Una versión de la historia puede manipular realmente si es única.




Gripe en los periódicos

Como todos los inviernos, también el presente nos ha traído una epidemia de gripe. Hay, además, una epidemia periodística: el titular “La gripe colapsa los hospitales” se extiende como por contagio en las páginas y sitios web de periódicos, radios y televisiones. También este virus presenta mutaciones: las cepas con los verbos “satura” y “desborda” son las variedades más comunes.

Pero ¿qué tiene la gripe de este año? Los datos epidemiológicos del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España permiten saber que, para empezar, llegó más temprano, a mediados de diciembre: en torno a tres semanas antes que de costumbre. Es del tipo A(H3N2), el mismo de 2011 y 2015, que afecta de modo más agudo a las personas mayores, aunque son los niños —como siempre— los que enferman en la más alta proporción. De hecho, tres de cada cuatro casos graves y el 84% de los fallecimientos son de pacientes con más de 64 años y riesgo de complicaciones por enfermedad cardiovascular o pulmonar crónica, o diabetes.

En conjunto, la gripe de 2017 presenta una incidencia media, con un pico semanal de 222 casos nuevos por cien mil habitantes, ligeramente superior al de 2016 (211) pero inferior al de los dos años anteriores (344 en 2015 y 293 en 2014). El máximo de la época reciente (543 por cien mil) se dio en 2005, cuando el virus era uno más activo, el famoso A(H1N1).

La gripe actual no parece peor que la del año pasado en cuanto a casos graves o letales, aunque no lo sabremos con seguridad hasta que pase. De momento ha forzado a hospitalizar a 1.707 pacientes, de los que han fallecido 232 (*). En 2016 se contaron al final 3.053 casos graves y 326 defunciones. En comparación, los accidentes de carretera causaron 1.160 víctimas mortales el año pasado.

La otra epidemia tampoco presenta esta vez muchas particularidades. Ya hubo colapso, saturación y desbordamiento en 2016, 2015, 2014… Es un síndrome estacional, que cursa con pérdida de memoria de lo publicado el año anterior y dificultad para situar los hechos en su contexto.

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(*) 9/06/2017.— Terminada la temporada 2016-17, el último informe semanal del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España registra 2.847 casos graves hospitalizados y 421 fallecidos, el 84% de ellos, mayores de 64 años, y el 97%, con factores de riesgo. Los números aún pueden sufrir ajustes cuando se redacte el informe anual de la temporada.




Los números redondos de Oxfam

La ONG Oxfam tiene todos los años por estas fechas sus quince minutos de celebridad al difundir en el Foro Económico Mundial las contundentes conclusiones de su estudio sobre la desigualdad en el mundo. Según la última edición, las 8 personas más ricas del mundo tienen tanto como la mitad más pobre de la humanidad (unos 3.600 millones de habitantes). Esta fuerte desigualdad, dice, ha ido en aumento, pues el año pasado eran 62 los millonarios que ostentaban esa marca, y cinco años antes, 388.

Pero resulta que esos números tan redondos y sonoros distan de ser exactos. Samuel Laurent examinó los del informe anterior en Le Monde, y mostró su débil base. No son producto de un estudio de Oxfam, sino que proceden de otro, anual, de Crédit Suisse, titulado Global Wealth Databook, que precisa el método empleado para calcularlos.

Saber cuánto tienen, aproximadamente, los más ricos, es asequible: figura en las estadísticas nacionales o se puede deducir de ellas. Pero los más pobres del mundo viven, en su mayor parte, en países donde no están disponibles tales datos, porque no se reúnen, o no se actualizan; donde lo más común es estar en la economía informal y no hacer declaración de la renta; donde los registros de la propiedad son incompletos. Para esos casos (172 de 215 países), Crédit Suisse hace estimaciones a base de hipótesis, extrapolando números conocidos o a partir de encuestas. Después de muchos cálculos, Crédit Suisse estima que el 0,7% de las personas adultas del mundo tiene casi la mitad –el 46%– del patrimonio total.

Oxfam no aporta datos adicionales, pero sí sal y pimienta. Consulta la lista de millonarios de Forbes y va sumando sus patrimonios hasta que igualen la mitad del mundial. Ya está listo el titular: Oxfam lo ofrece en su nota de prensa y muchos medios lo repiten (por ejemplo, The Guardian, El PaísReuters, Les Echos…).

El caso debería recordarnos que hemos de recibir con cautela los números redondos que a menudo se publican. En realidad, no hay datos para tantas cifras.

Las ONG, por su parte, no deberían aficionarse a emplear tales recursos. La buena causa de la ayuda a los pobres del mundo no justifica la publicidad engañosa. Porque Oxfam, claro está, tiene el noble ánimo de concienciarnos. Pero después pasa la gorra.