El crepúsculo de los cines

El Cine Palafox de Madrid anunció hace unos días su cierre, casi 55 años después de su inauguración con el estreno de Barrabás, película italiana protagonizada por Anthony Quinn. El hecho en sí parece anecdótico, si no fuera una de las puntas de un iceberg más profundo, contra el que ya han colisionado otros cines, hoy convertidos en salas de fitness o supermercados, como el Cine Luchana o los Roxy. Estos naufragios, que incitan al lamento y la nostalgia, pueden ser también ocasión para reflexionar: ¿Cómo ha cambiado nuestro modo de ver cine? ¿Por qué ha cambiado?

En su carta de despedida, Juan Ramón Gómez, presidente de la empresa familiar que ha gestionado el Palafox, denuncia la piratería, la subida del IVA cultural y los cambios tecnológicos como principales causantes del cierre. Entre las tres, la última parece la razón más fuerte: es difícil dar marcha atrás en la tecnología. Se habla de un colapso del sistema de explotación por ventanas, de las cuales la primera es la del cine. Queremos ver la película en el salón de casa, sin tener que pasar por la gran pantalla. “En la actual cultura del acceso instantáneo y potencialmente ilimitado al entretenimiento, esperar tres meses desde el estreno (…) puede parecer una eternidad”, reconoce Ryan Faughnder en Los Angeles Times. Incluso algunos cineastas –como Steven Spielberg, J.J. Abrams o Peter Jackson– se inclinan por potenciar el cine doméstico y apoyan el lanzamiento de Screening Room, un dispositivo con el que ver los estrenos desde casa. Otros, como James Cameron, se oponen al proyecto: “No entendemos por qué la industria querría dar a los espectadores un incentivo para saltarse la mejor forma de experimentar el arte que creamos con mucho esfuerzo”, sostiene Cameron.

Detrás del tira y afloja entre estudios y exhibidores se esconde una sola pregunta, que muchos parecen obviar: ¿Qué aporta el cine? “Lo específico del cine es la generación de lo que se suele llamar un mundo compartido”, escribe Rafael Guijarro. “La sintonía de los espectadores en la sala ante la película que están viendo, anticipa y sugiere la sintonía con cualquier espectador de cualquier otro lugar. Para compartir esa mirada cósmica, aunque solo pueda ser durante un par de horas, es para lo que ha trabajado esa innumerable cantidad de personas”. Guijarro resume así el milagro del cine: “compartir una mirada”; algo que Internet, por global que sea su alcance, no es capaz de proporcionar, al menos no como lo hace la gran pantalla. Ciertamente, el streaming llega a una gran audiencia cada vez mayor, pero también más fragmentada.

Así, el meollo del problema está en esas dos palabras empleadas por Guijarro: compartir y mirar. ¿En qué ha cambiado su significado? A este respecto, Barrabás, la película que abrió el Palafox, sugiere un camino por el que orientar la reflexión: la mirada del personaje de Barrabás, incapaz de compartir con su mujer Raquel (Silvana Mangano) el asombro de ella frente al sepulcro vacío y los lienzos que envolvían al Resucitado, es en cierto modo la mirada del espectador de nuestro tiempo, torpe para alcanzar ese asombro compartido que caracteriza al milagro del cine.