Los científicos congelan la esperanza en torno a la criogenización

Una reciente sentencia de un tribunal británico ha permitido que una niña, muerta por cáncer, sea criogenizada para intentar revivirla cuando se haya descubierto una cura a su enfermedad. El hecho de que la difunta sea una menor, y que hubiera expresado su deseo de no morir en una carta que se ha hecho pública, ha añadido dramatismo al caso. El fallo el juez ha sido descrito en los medios como un acto de humanidad.

Sin embargo, la comunidad científica británica no lo ve de la misma manera. Para ellos, la sentencia crea expectativas irreales, pues las probabilidades de revivir a una persona son “infinitesimales”. Por eso, acusan al juez y a las compañías de criogenización de comportarse de forma irresponsable.

Clive Coen, profesor de Neurociencia en el King’s College de Londres, explica que “no existe ningún experimento que haya podido resucitar el cerebro de un mamífero, mucho menos el cuerpo entero”. Incluso si se pudiera –añade–, los órganos vitales sufrirían un enorme daño al congelarse, y otra vez al devolverlos a la temperatura normal.

Es cierto que ha habido grandes avances en la preservación de células reproductivas, pero no es lo mismo criogenizar una sola célula que un cuerpo entero. Resulta ilustrativo el caso de Anna Bagenholm, una mujer que sobrevivió después de permanecer en agua helada durante 80 minutos tras un accidente de esquí. A pesar de que Bagenholm nunca estuvo muerta, y de que su temperatura corporal solo bajó hasta los 13,7 grados, al despertar había quedado paralizada de cuello para abajo.

Por otro lado, como comenta una profesora de Endocrinología Reproductiva del Imperial College de Londres, no está claro que los derechos de los criogenizados puedan ser protegidos indefinidamente. “En resumen: esta técnica tiene grandes riesgos para el paciente, plantea problemas éticos, es muy cara y no ha demostrado sus beneficios. Si fuera un medicamento, no sería aprobado”.