Los números redondos de Oxfam

La ONG Oxfam tiene todos los años por estas fechas sus quince minutos de celebridad al difundir en el Foro Económico Mundial las contundentes conclusiones de su estudio sobre la desigualdad en el mundo. Según la última edición, las 8 personas más ricas del mundo tienen tanto como la mitad más pobre de la humanidad (unos 3.600 millones de habitantes). Esta fuerte desigualdad, dice, ha ido en aumento, pues el año pasado eran 62 los millonarios que ostentaban esa marca, y cinco años antes, 388.

Pero resulta que esos números tan redondos y sonoros distan de ser exactos. Samuel Laurent examinó los del informe anterior en Le Monde, y mostró su débil base. No son producto de un estudio de Oxfam, sino que proceden de otro, anual, de Crédit Suisse, titulado Global Wealth Databook, que precisa el método empleado para calcularlos.

Saber cuánto tienen, aproximadamente, los más ricos, es asequible: figura en las estadísticas nacionales o se puede deducir de ellas. Pero los más pobres del mundo viven, en su mayor parte, en países donde no están disponibles tales datos, porque no se reúnen, o no se actualizan; donde lo más común es estar en la economía informal y no hacer declaración de la renta; donde los registros de la propiedad son incompletos. Para esos casos (172 de 215 países), Crédit Suisse hace estimaciones a base de hipótesis, extrapolando números conocidos o a partir de encuestas. Después de muchos cálculos, Crédit Suisse estima que el 0,7% de las personas adultas del mundo tiene casi la mitad –el 46%– del patrimonio total.

Oxfam no aporta datos adicionales, pero sí sal y pimienta. Consulta la lista de millonarios de Forbes y va sumando sus patrimonios hasta que igualen la mitad del mundial. Ya está listo el titular: Oxfam lo ofrece en su nota de prensa y muchos medios lo repiten (por ejemplo, The Guardian, El PaísReuters, Les Echos…).

El caso debería recordarnos que hemos de recibir con cautela los números redondos que a menudo se publican. En realidad, no hay datos para tantas cifras.

Las ONG, por su parte, no deberían aficionarse a emplear tales recursos. La buena causa de la ayuda a los pobres del mundo no justifica la publicidad engañosa. Porque Oxfam, claro está, tiene el noble ánimo de concienciarnos. Pero después pasa la gorra.