La no tan pragmática Unión Europea

El sueño de una Europa unida salió adelante gracias a una equilibrada combinación de ideales y de “realizaciones concretas”, como la puesta en común de las producciones de carbón y de acero, pensada para crear una “solidaridad de hecho” entre los países europeos, en palabras de Robert Schuman. Pero hoy estamos lejos no solo del idealismo de los padres fundadores de la UE, sino también –y esto es lo novedoso– de su pragmatismo.

La Comisión Europea acaba de presentar un Libro Blanco en el que plantea, de forma bastante aséptica, cinco escenarios posibles para la UE en 2025. Las respuestas unilaterales de algunos países al drama migratorio y otras crisis ponen de relieve la creciente dificultad de los socios para llegar a soluciones conjuntas en temas capitales. De ahí que varios de los escenarios previstos en el documento contemplen una UE más modesta.

Dice la Comisión que con este Libro Blanco quiere “abrir un debate” con los ciudadanos sobre cómo debería evolucionar la UE. Pero, en teoría, este proceso de reflexión lleva incoado al menos desde julio de 2014, cuando el presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker presentó una declaración de intenciones titulada “Un nuevo comienzo para Europa”.

También la Cumbre de Bratislava, celebrada en septiembre de 2016, tenía por objetivo espolear la reflexión sobre la UE. Sin embargo, medio año después, el Libro Blanco nos dice que seguimos al “inicio del proceso”.

De Bratislava, el entonces primer ministro italiano, Matteo Renzi, sacó la impresión de que esa reunión –en la que participaron todos los jefes de Estado y de gobierno de la UE menos Theresa May– había sido más de lo mismo: “Si queremos pasar la tarde escribiendo documentos sin alma ni horizonte, lo pueden hacer desde casa”, dijo a propósito de la Declaración de Bratislava y su correspondiente hoja de ruta.

Pero no es solo la pasión lo que se echa de menos en el “recién” incoado proceso de reflexión sobre la UE: también falta brío y liderazgo para hacer avanzar el debate. De todos modos, no se apuren: hasta 2025 hay tiempo.




Cuánto valen mis datos

1,086 €. Eso es lo que se acaba de embolsar Facebook durante los 2 minutos que ha durado una visita rápida por mi pantalla de inicio. Facebook Data Valuation Tool (FDVT) es una herramienta, desarrollada por tres investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid, para que cualquier usuario pueda conocer en tiempo real cuánto está ganando la red social con sus datos. Los ingresos varían en función del perfil del usuario, su localización o sus interacciones pero son gotas de agua que van sumando hasta llegar a los más de 5.000 millones de dólares que la empresa de Mark Zuckerberg ganó, sólo en el último trimestre de 2015.

FDVT es sólo una de las iniciativas que se están desarrollando gracias a Types, el proyecto de la Unión Europea que pretende dar soluciones a los ciudadanos para controlar la privacidad de sus datos en motores de búsqueda, redes sociales y cualquier página web donde los usuarios generen contenido.

Que el negocio de los grandes gigantes tecnológicos es utilizar nuestra información con fines publicitarios no es nada nuevo. La publicidad online es imparable y necesaria –sólo en Europa, generó 3,4 millones de empleos directos e indirectos en el año 2012–, pero preocupa seriamente a las instituciones públicas y a las personas.

Por eso, que el usuario pueda llegar conocer el valor real de sus datos personales puede suponer un punto de inflexión muy positivo en el camino hacia la transparencia y la responsabilidad, tanto de las empresas como de los ciudadanos.