Arrecifes eternos

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CC: Louisiana State University

En una conferencia sobre la secularización que oí hace años, un profesor alemán señaló los efectos del fenómeno en el ámbito funeral. Porque desconocen el lenguaje religioso o no creen en la vida eterna, muchos no saben qué poner en una esquela. El materialismo es de poca ayuda en esa tesitura. Sería descortés decir del difunto que ha desaparecido para siempre y que de él solo permanecen unos efímeros restos compuestos de moléculas próximas a disgregarse, aunque eso sea justo lo que uno piensa. Y fácilmente se cae en el tópico vacuo, la poesía barata, las frases rebuscadas o cursis.

También en un entierro o una incineración, si no se reza, puede producirse un incómodo vacío. Algunos intentos profanos de solemnizar el momento resultan fríos o extravagantes.

Buscando un modo de dar contenido a unas exequias donde está ausente la trascendencia, se ha dado con la veta ecológica. Norteamericanos acomodados se encargan sepelios submarinos de 5.000 a 7.000 dólares. La gracia está en que sus cenizas serán mezcladas con cemento para hacer una bola —“perla” la llaman— que se engastará en una estructura como las de la foto. Sumergidas cerca de la costa por sepultureros buzos, servirán de base donde se fijen corales que crearán un próspero hábitat para muchas otras especies. La empresa líder del sector se llama Eternal Reefs, nada menos. Anuncia sus servicios diciendo que sepultarse así es hacer “una donación al medio ambiente y a las generaciones venideras”.

Estas ecotumbas abren nuevos horizontes a la retórica fúnebre secular. Según un directivo y fundador de Eternal Reefs, los padres podrán llevar a los niños a la orilla del mar y consolarlos con estas palabras: “El abuelito no volverá, pero mirad lo que va a hacer. Es algo muy grande”. En la esquela podremos decir que nuestro ser querido mora en los arrecifes eternos o se ha hecho simiente de corales, o cosas por el estilo.

Naturalmente, es todo metáfora. En realidad, lo que contribuye a regenerar la vida marina no es el abuelo ni sus cenizas, sino la estructura de cemento. Frente a esta postiza eternidad de coral, los ritos funerarios cristianos afirman una de verdad. Y si uno no cree en ellos, al menos podrá decir que no son horteras.