Paradojas sobre la transexualidad

La Generalitat valenciana acaba de aprobar un protocolo, obligatorio para los colegios públicos, sobre el trato a los alumnos transexuales. Cuando el parlamento autonómico apruebe la ley correspondiente, todos los centros habrán de adoptar esas normas. La noticia publicada en El País revela la paradójica motivación de esta medida.

Por una parte, se trata de respetar “la libre elección de los menores transexuales para decidir el nombre con el que quieren que se dirijan a ellos, así como la indumentaria y el vestuario o aseo que deseen utilizar”. Como dice un portavoz del colectivo LGTBI Lambda, que ha participado en la elaboración de la norma: “Este protocolo lo que viene a decir es: ‘voy a respetar cómo decidas llamarte o vestirte’”.

En el párrafo siguiente ya no hay elección. Dice la madre de una niña transexual y portavoz de una fundación dedicada a estos menores: “María [su hija] solo sabe que es una niña y tiene derecho a vivir una infancia saludable. La identidad no se puede elegir”. Incluso el anterior portavoz, citado arriba, olvida en otro momento el lenguaje de la libre decisión: “Es tan importante que te reconozcan como realmente te sientes…”

No es fácil armonizar las dos justificaciones. También en el caso de los adultos, la orientación sexual se presenta unas veces como una opción individual, y otras, como algo no elegido, que forma parte de la identidad de la persona. En el primer caso, no hace falta alegar nada: uno hace lo que quiere; a cambio, eso no da un derecho incondicional, pues uno podría querer otra cosa. El segundo caso es más serio: desencadena las exigencias de la igualdad y de la protección a las minorías; pero hay que comprobarlo. Víctima de discriminación racial puede ser quien es de otra raza, no quien simplemente dice serlo o se ha sometido a cirugía estética. No se va a permitir a un escolar que cambie de aseo solo porque lo ha elegido así; tendrá que ser porque su verdadera identidad sexual no es la que indican sus cromosomas.

Y eso requiere un examen cuidadoso, pues son casos difíciles. Se dan a edades en que no se ha completado la maduración sexual, ni biológica ni psíquica. En eso, las prisas pueden ser muy perjudiciales: ya se han documentado cambios de sexo en la adolescencia que luego han lamentado los interesados. Los especialistas son cautos, porque no se conoce bien el origen de la transexualidad, ni cómo identificar a priori los casos en que es una disforia de género tratable y transitoria.

En el protocolo y la futura ley de Valencia no hay esos matices. Mientras los científicos investigan y los psiquiatras atienden a personas en sus consultas, la Generalitat ha decidido “despatologizar” la transexualidad: ha dictado que no es un trastorno, sino “una expresión más de la diversidad humana”. Extraña contundencia, cuando los promotores del protocolo muestran no saber si la transexualidad es elegida, innata o sobrevenida.




Una tradición comunista

Liu Chongfu tenía una granja de cerdos en Taizhou (China). Fue detenido en abril de 2014, y al cabo de ocho meses fue puesto en libertad, tras confesar que había sobornado a cuatro funcionarios para que le concediesen unas subvenciones.

De nuevo en casa, no se ocupaba de la granja y se mostraba deprimido. Acabó contando a su familia lo que había ocurrido: él no había cometido ningún soborno, pero los interrogadores le habían privado de sueño y le habían amenazado con meter en la cárcel también a su mujer y a sus hijas si no denunciaba a los funcionarios. Agotado y dominado por el miedo, creyó que le matarían, y firmó la confesión falsa; entonces le soltaron. Pero el peso de su mala conciencia le aplastaba. En marzo de 2015 se retractó públicamente, mediante una carta a los jueces y una declaración grabada que difundió por Internet.

Pero no hubo revisión del caso. Los cuatro falsamente acusados, “hábilmente interrogados”, confesaron también —aunque uno se desdijo en el juicio— y fueron condenados a penas de 5 a 11 años de prisión. Liu fue detenido otra vez y llevado ante un tribunal, que le impuso dos años, basándose en la confesión que él había firmado.

Esta historia, que The Wall Street Journal cuenta con detalle, es típica de una larga tradición comunista. La policía china arranca confesiones mediante presiones, amenazas y torturas prolongadas durante semanas o meses. Cualquiera que haya leído testimonios sobre las purgas de Stalin y el Gulag reconoce en los métodos de la policía china el manual que el NKVD aplicaba en la Lubianka.

El origen de estas prácticas no es la mera crueldad, sino otra seña del comunismo. Las consignas del mando supremo son inapelables; se transmiten de escalón en escalón hasta los que las aplican sobre el terreno. Si sale bien, cada jerarca se pone la medalla del éxito en su circunscripción; pero se escuda en la ineficacia o traición de los inferiores si algo va mal.

Hace tres años, Xi Jinping lanzó una campaña anticorrupción. Cuando un líder comunista manda extirpar a los corruptos (o los enemigos del pueblo, los kulaks, los contrarrevolucionarios… ha habido distintas versiones), los de abajo tienen que exhibir resultados. De ahí quizá lo que tanto sorprendió al polaco Gustaw Herling-Grudziński, veterano del Gulag: que los soviéticos no se limitaban a matar o esclavizar sin más trámites, sino que tenían obsesión por obtener confesiones, dictar sentencias, documentarlo todo escrupulosamente; aunque todo fuera mentira. Tanto papel, por falso que sea, es la defensa del funcionario.

Así debe de seguir sucediendo en China, donde la campaña de Xi muestra un alto rendimiento: más de un millón de castigados a degradaciones, multas o cárcel. “¿A cuántos corruptos han echado el guante en esa provincia?… ¿Tan pocos? ¿No habrá cierta negligencia?” Es lo mismo de siempre, aunque la brutalidad varía. Stalin ponía cuotas de fusilamientos.

Esto explica también las hambrunas en los regímenes comunistas. Un país no se queda sin alimentos de la noche a la mañana; la tragedia se va preparando durante muchos meses sin que se rectifique a tiempo. Hay que colectivizar; hay que industrializar. ¿Y qué responsable provincial se atreve a decir a su superior que el plan no funciona, que por favor comunique a los de arriba que su gran idea es una quimera insensata, condenada al fracaso? En el comunismo se mata al mensajero de malas noticias.

China ha avanzado tanto, se ha modernizado, se ha hecho tan poderosa y tan rica… Debemos prestar atención a historias como la de Liu Chongfu, para no olvidar que en China sigue reinando el totalitarismo comunista.




Horario de verano todo el año

Para facilitar que los españoles concilien profesión y familia, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha propuesto estudiar cambiar los horarios. Por una parte, sugiere que la jornada termine a las 6 de la tarde, por regla general; por otra, que la hora oficial vuelva al huso que le corresponde.

Lo primero podría hacerse sin lo segundo: al fin y al cabo, también Francia y el Benelux están en el huso horario de Greenwich pero llevan la hora del siguiente, el de Berlín. Sin embargo, el cambio de huso y el de horarios de trabajo están relacionados. España nota más el desfase, pues está en su mayor parte al oeste del meridiano 0; por eso, llevar la hora del huso +1 (en Canarias, la del huso 0 en vez la del huso –1), supone que el sol sale y se pone notablemente tarde, lo que no invita a madrugar y favorece la vida nocturna. Es como tener horario de verano todo el año, y en verano, más todavía.

De hecho, el cambio de huso en España, en marzo de 1940, iba a ser un simple paso a la hora de verano, como en años anteriores, explica Pere Planesas en un estudio de 2013. El decreto que así dispuso decía: “Oportunamente se señalará la fecha en que haya de restablecerse la hora normal”. Pero no se restableció: ni en el otoño siguiente ni en 1941 hubo cambio de hora, y en 1942 se ordenó de nuevo adelantar los relojes, aparentemente sin tener en cuenta que ya estaban adelantados. Y hasta hoy.

¿Y para qué sirve el horario de verano? ¿Para ahorrar energía? En un informe presentado en 1999 por la UE, recuerda Planesas, se estimaba que el cambio de hora suponía un ahorro que en la divisa actual equivaldría a unos 200 millones de euros, o sea, 50 céntimos por persona y año. Los comentarios de los Estados al informe coincidieron en recomendar que se mantuviera la hora de verano más bien por otras razones: porque “favorece la práctica de actividades de ocio aprovechando el alargamiento de las tardes, actividades que no se limitan al fin de semana”.

Así ha sido desde el principio. Como también señala Planesas, el horario de verano es idea del constructor inglés William Willett, que lo propuso en 1907 a fin de que la gente dispusiera de más tiempo para el ocio y para practicar deporte al aire libre.

A la ministra se ha replicado que generalizar el fin de la jornada a las 6 no casa con una economía como la española, en que tienen mucho peso los servicios. Y que si a las 7 los comercios están cerrados y las calles desiertas, como en tantas ciudades europeas, bajará peligrosamente el turismo. Más valdría, dicen, concentrar las horas de trabajo, abandonar la jornada partida por una larga interrupción que fuerza a salir más tarde.

Entonces, si por cambio de horarios o concentración de la jornada, la jornada acaba más temprano, habrá más tiempo para la familia y —no lo olvidemos— para el ocio: hacer compras, tomar unas copas… Pero no terminarán antes de trabajar los empleados de comercios, cafeterías y demás establecimientos abiertos a las horas de ocio de los demás. ¿Y no tienen también ellos que “conciliar”?

Pero, claro, aquí tienen mucho peso los servicios. Una vez oí a un profesor de Economía expresar el mismo dato de manera más gráfica: en España —decía—, si uno es emprendedor, pone un bar, y si es muy emprendedor, pone dos bares.




Sexo con cargo a la Seguridad Social

Con ocasión del pasado Día Mundial del Sida se han publicado, como es costumbre, datos sobre la evolución de la epidemia. No son todos alentadores. Con la extensión de los antirretrovirales ha aumentado mucho la supervivencia de los seropositivos: el sida ya no es una sentencia de muerte automática. Pero en los últimos años se observa un repunte de las infecciones entre quienes llevan conductas de riesgo: prostitución, consumo de drogas inyectables y, en especial, múltiples relaciones homosexuales. En Europa Occidental y Norteamérica, la mitad de las nuevas infecciones se dan en hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), como señala el último informe de ONUSIDA. La Agencia Nacional de Salud de Francia acaba de confirmarlo con relación a este país.

Es paradójico que así ocurra en Occidente, donde hay más medios y más información. Pero tantos años de campañas para promover el uso del preservativo no han servido para frenar la difusión del VIH en el colectivo gay. Esto no es por fallo del preservativo, que efectivamente reduce mucho el riesgo de infección, si se usa de modo constante. Pero reduce el riesgo existente; si aumentan las relaciones esporádicas, con múltiples parejas, la probabilidad total de infección sube también. Y así está ocurriendo; últimamente, con el concurso de las aplicaciones de citas, que permiten encontrar pareja rápidamente mediante el teléfono móvil.

Además, muchos no quieren usar el preservativo. Prefieren asumir el peligro de infectarse a vivir con la preocupación de evitarlo o el miedo de que les suceda. “Ahora hay bugchasers”, dice a El País el responsable de prevención en Cogam, una organización homosexual. Estos “cazadores del bicho”, añade, son “personas a las que no les importa o directamente buscan infectarse”. “Se les conoce porque están en las aplicaciones de móvil y lo dicen. Antes iban a los bares y lo hacían igual”.

El mismo artículo reproduce lo que dice, en una de esas aplicaciones, uno que se define como bugchaser: “Sé que lo voy a pillar antes o después. Así sé que lo tengo, me medico y me quito el miedo”.

No sé si todo el mundo diría que es más fácil tomar pastillas toda la vida que cambiar de conducta sexual. Pero si uno no quiere renunciar a los hábitos que le harán contraer el VIH, al menos debería saber que sale muy caro. En España, el tratamiento con antirretrovirales cuesta a la sanidad pública entre 5.000 y 10.700 euros por persona y año (más precisamente: cada 48 semanas), según la combinación de fármacos que le receten, señala el estudio de GESIDA para 2016. En esto, como en otros casos, la opción individual pasa factura a todos. Es sexo de pago, pero con cargo a la Seguridad Social.




El “bebé de tres padres” y los embriones que se quedaron en el camino

Hubo gran sensación a finales de septiembre cuando se anunció el nacimiento del primer “bebé de tres padres”, concebido en laboratorio para evitar que heredara el síndrome de Leigh, causado por una anomalía del ADN mitocondrial. Pero quedaron pendientes de precisar varios aspectos cruciales para hacer una valoración ética del procedimiento. Ahora ya se saben, aunque no con todo detalle.

El equipo que intervino, dirigido por el Dr. John Zhang, asistió el mes pasado al congreso anual de la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM), en Salt Lake City (Utah), y allí amplió la escueta primicia que dio a New Scientist. El sumario de su comunicación se publicó, junto con los de las muchas otras presentadas en el congreso, en un suplemento de Fertility and Sterility (pp. 375-376).

Zhang había dicho que con su técnica no se habían destruido embriones, porque había prescindido de las mitocondrias deficientes antes de la fecundación. Para que el hijo no las herede, se procura lograr un embrión con el núcleo procedente de sus padres y el citoplasma de una donante. Eso se puede hacer fecundando óvulos de ambas mujeres con el esperma del padre, para después sustituir los núcleos, en los embriones hijos de la donante, por los de los otros. Así se destruye un embrión de cada par. En vez de eso, Zhang hizo el reemplazo de núcleos en los óvulos y después los fecundó.

Según New Scientist, Zhang obtuvo cinco embriones, “de los que solo uno se desarrolló con normalidad”, el que hoy es un niño de siete meses. ¿Y los otros cuatro? El sumario de la comunicación dice que uno no llegó a blastocisto (la segunda fase del desarrollo, a partir del quinto día). Los tres restantes resultaron ser aneuploides, o sea, tenían un número anormal de cromosomas. No se precisa si faltaba alguno o había uno de más, ni en qué par de cromosomas, y por tanto, no sabemos si esas anomalías eran compatibles con la vida. Lo cierto es que los tres embriones se descartaron, como de modo rutinario se hace en la fecundación in vitro con todos los que en el examen con microscopio revelan alguna deficiencia o dan signos de escasa vitalidad. La diferencia esta vez es la elevada proporción de embriones aneuploides –tres entre cuatro–, pues en la fecundación in vitro la frecuencia es del 20-40%.

Los embriones desechados son embriones destruidos. Zhang ha destruido embriones, como todos los que practican la reproducción artificial. Cuatro de cinco, en su caso.




Arrecifes eternos

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CC: Louisiana State University

En una conferencia sobre la secularización que oí hace años, un profesor alemán señaló los efectos del fenómeno en el ámbito funeral. Porque desconocen el lenguaje religioso o no creen en la vida eterna, muchos no saben qué poner en una esquela. El materialismo es de poca ayuda en esa tesitura. Sería descortés decir del difunto que ha desaparecido para siempre y que de él solo permanecen unos efímeros restos compuestos de moléculas próximas a disgregarse, aunque eso sea justo lo que uno piensa. Y fácilmente se cae en el tópico vacuo, la poesía barata, las frases rebuscadas o cursis.

También en un entierro o una incineración, si no se reza, puede producirse un incómodo vacío. Algunos intentos profanos de solemnizar el momento resultan fríos o extravagantes.

Buscando un modo de dar contenido a unas exequias donde está ausente la trascendencia, se ha dado con la veta ecológica. Norteamericanos acomodados se encargan sepelios submarinos de 5.000 a 7.000 dólares. La gracia está en que sus cenizas serán mezcladas con cemento para hacer una bola —“perla” la llaman— que se engastará en una estructura como las de la foto. Sumergidas cerca de la costa por sepultureros buzos, servirán de base donde se fijen corales que crearán un próspero hábitat para muchas otras especies. La empresa líder del sector se llama Eternal Reefs, nada menos. Anuncia sus servicios diciendo que sepultarse así es hacer “una donación al medio ambiente y a las generaciones venideras”.

Estas ecotumbas abren nuevos horizontes a la retórica fúnebre secular. Según un directivo y fundador de Eternal Reefs, los padres podrán llevar a los niños a la orilla del mar y consolarlos con estas palabras: “El abuelito no volverá, pero mirad lo que va a hacer. Es algo muy grande”. En la esquela podremos decir que nuestro ser querido mora en los arrecifes eternos o se ha hecho simiente de corales, o cosas por el estilo.

Naturalmente, es todo metáfora. En realidad, lo que contribuye a regenerar la vida marina no es el abuelo ni sus cenizas, sino la estructura de cemento. Frente a esta postiza eternidad de coral, los ritos funerarios cristianos afirman una de verdad. Y si uno no cree en ellos, al menos podrá decir que no son horteras.




El gato con voto

El partido francés Europe Ecologie-Les Verts es tan democrático, que ha permitido a cualquiera votar en las primarias para elegir su candidato a las elecciones presidenciales del año próximo. Solo pedía tener al menos 16 años, ser residente en el territorio nacional, inscribirse con antelación en la web primaire-ecologie.fr, firmar una carta de valores ecologistas (con un clic, como cuando uno asegura que ha leído y acepta las condiciones generales del servicio y todo eso) y pagar con tarjeta una pequeña contribución a los gastos. No exigía prueba de identidad.

Una periodista de Le Monde inscribió a su gato, con el nombre de Gaston Lecat. ¿Qué cosa más apropiada que dar el derecho de voto a los animales, precisamente en un partido ecologista? Solo hubo un pequeño fallo, pues se acercaba el límite del plazo para votar, y no llegaba la papeleta. Gaston tuvo que presentar una reclamación, que fue expeditamente atendida, y por fin recibió la papeleta a tiempo.

Faltaba escoger uno de los cuatro candidatos. Gaston no era capaz de decidirse: los cuatro proponen lo mismo. Por fortuna, la papeleta incluye una quinta casilla: “Voto en blanco”, y es la que marca Gaston, que después envía su sufragio por correo.

Hoy se cierra la votación. Con Gaston, han participado unos 17.000 electores. La elección se vislumbra muy reñida. Puede decidirse por un puñado de votos, o de gatos.




Muros que no ha puesto Hungría

El gobierno húngaro se ha ganado la reprobación internacional con la valla que ha levantado a lo largo de la frontera con Serbia, para frenar a los inmigrantes y refugiados. No acepta el reparto aprobado por la Unión Europea para aliviar a la desbordada Grecia y está decidido impedirles la entrada.

Con menor coste para su fama, también el gobierno británico ha comenzado a levantar un muro. Está en territorio francés, cerca de la “jungla” de Calais, donde aún se hacinan casi siete mil inmigrantes. Ya existe una valla para cortarles el paso a la costa, donde muchos esperan abordar una embarcación que los lleve de contrabando a Inglaterra. El nuevo muro se extenderá un kilómetro a lo largo de la carretera que lleva al puerto. Se trata de que los habitantes de la “jungla” no puedan meterse en los camiones que se dirigen a cruzar el Canal de la Mancha. Costará 2,7 millones de euros, que ha puesto íntegros el Reino Unido. Francia ha dado el permiso, en consonancia con su trato con el gobierno de Londres, por el que se puso el control de la frontera en el continente, a cargo de agentes de ambos países.

No vamos a equiparar esta defensa antiinmigrantes con la húngara. La británica es mucho más corta, aunque no tanto si se cuenta la alzada por Francia en las cercanías. Es también más alta (4 metros) y, además, de hormigón, no como la valla metálica de Orbán. Y estará “vegetalizada”, a fin de evitar la contaminación visual… pero solo por el lado de la carretera: para los que querrían saltarla, será completamente gris.