“Cinco minutos para medianoche”… de terror

Una expresión muy alemana: “cinco minutos para medianoche”, revela la inminencia de un suceso. Si lo que se viene es tan trágico como la voladura de un tren o de una sala de aeropuerto, aun esa mínima y figurada anticipación es válida si sirve para frustrar el crimen.

El lunes 10 de octubre fue una de esas ocasiones en las que apenas quedaban “cinco minutos”: la policía germana reveló la captura de un ciudadano sirio de 22 años, Jaber Albakr, que se aprestaba a utilizar un kilo y medio de explosivos en un ataque contra la red de transportes del país. El joven, que había obtenido el estatus de refugiado, se les había escurrido a casi 700 agentes, y únicamente la colaboración de otros refugiados sirios –que lo redujeron y avisaron a la policía– posibilitó su arresto en Leipzig, a 85 kilómetros de donde había sido avistado por última vez.

El ataque escasamente “martirial” de Albakr hubiera sido una mota negra más en la hiena del yihadismo que acecha a Alemania y que de vez en vez lanza una dentellada. Solo en julio hubo tres incidentes: un  sirio, solicitante de asilo, hizo estallar un explosivo en Ansbach, Baviera. Otro coterráneo suyo –con antecedentes violentos, según se comprobó después– asesinó a machetazos a una mujer en  Reutlingen, Baden-Württemberg, y en un tren de la también bávara Wurzburgo, un refugiado afgano de 17 años atacó a varios pasajeros con un cuchillo y un hacha.

Vale: los criminales no son mayoría entre quienes huyen de la guerra –de hecho, fueron compatriotas de Albakr, agradecidos de la hospitalidad germana, quienes lo detuvieron–, pero la advertencia del cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, ha demostrado ser no “xenofobia”, sino sentido común. Un año atrás, su exhortación a ser “muy lúcidos” y a cuestionar si todos los que llegaban a Europa eran “trigo limpio” le valió insultos e intentos de demanda judicial por parte de algunos buenistas de la política y de las ruidosas tertulias televisivas.

Los hechos, sin embargo, son tozudos, y Alemania puede atestiguarlo. ¿Alguien, como quien no quiere la cosa, se apunta a pedirle disculpas a Mons. Cañizares?