El Atrio de los Artistas, espacio para el asombro

La apertura de mente es un requisito para la tolerancia. Difícilmente puedo mostrar respeto hacia una persona que piensa de forma diferente a como pienso yo, si ni siquiera estoy dispuesto a escucharle. Lo mismo vale para el diálogo: ¿qué intercambio de ideas puede haber entre dos personas que no se paran a prestarse atención?

La rapidez de la era digital no favorece las cosas. Si ya es difícil escuchar a quien nos mira a los ojos, ¿por qué íbamos a detenernos ante el extraño que asoma sus ideas por el velocísimo timeline de nuestras redes sociales? Y luego está el problema de las preferencias informativas: “El signo de los tiempos es el de clasificar compulsivamente las opiniones, dividirlas entre las que gustan y las que no (…). ¿A cuánta gente sigues que no te gusta? ¿Crees que solo siguiendo a quien te gusta sabes en qué mundo vives?”, pregunta José Ignacio Torreblanca en El País.

En este contexto, se entiende la necesidad de crear espacios de debate y de confrontación de ideas. La Fundación Madrid Vivo acaba de dar un paso en esta línea y ha anunciado la creación en 2017 del Atrio de los Artistas, una iniciativa para fomentar “el diálogo entre la fe, la Iglesia y los artistas contemporáneos”. El proyecto se inspira en el Atrio de los Gentiles, creado por el Consejo Pontificio de la Cultura en respuesta a una sugerencia de Benedicto XVI.

La imagen del atrio evoca un lugar de encuentro con el diferente, como explicó el propio Benedicto XVI. En ese espacio abierto a todos, la actitud artística puede aportar curiosidad, capacidad de asombro, imaginación, sorpresa… Cualidades que ayudan a construir una sociedad civil con menos prejuicios. En el fondo, el objetivo de este proyecto no es muy diferente del que perseguía Magritte, cuando animaba a “desterrar del pensamiento lo ‘ya visto’ y buscar ‘lo todavía no visto’”.