El consejo antiacoso de una madre a su hija

Apropósito de las recientes denuncias de acoso o agresiones sexuales, un comentario en el Wall Street Journal dice algo que hoy parece muy audaz decir. En todo caso, solo puede decirlo una mujer.

Angela Rocco DeCarlo recuerda un consejo que le dio su madre: “Nunca entres en la habitación de un hombre en un hotel”. Algunos de los abusos que nos vienen contando últimamente tuvieron lugar en escenarios de esa clase. La autora del artículo relata un episodio que tuvo cuando trabajaba escribiendo semblanzas de famosos para los periódicos de Chicago. Para hacer una, entró en una habitación de hotel y se encontró un hombre descalzo, cubierto solamente con un albornoz, que le invitaba a sentarse a su lado en el sofá. Ella se quedó de pie, con la espalda apoyada en la puerta, hizo sus preguntas y se fue. Ya no volvió a desoír la recomendación materna.

Atenerse a ese principio no evita, desde luego, todos ni la mayoría de los abusos. Como señala Rocco DeCarlo, hay hombres depredadores, y el acoso no se debe tolerar. Pero a la vez, ella cree que las mujeres han de ser prudentes, o dicho de otro modo, realistas.

Pone un ejemplo que vio en la primera página de un diario. Una foto mostraba a una adolescente muy escotada exhibiendo un cartel: “Que enseñen a los chicos que las chicas no son objetos sexuales”. El artículo acompañado por esa imagen sostenía, resume Rocco DeCarlo, que “las chicas deberían poder ir tan desvestidas como quisieran y nadie, en especial los chicos, tienen derecho alguno a reaccionar”. Ahora es ella la que da el consejo: “Lo siento, señorita. El mundo no funciona así. Alguien tendría que habérselo dicho”.

Pero estas cosas ya no se dicen. Se tomarían como una pretensión de excusar el acoso, de quitar culpa a los agresores pasándola a las víctimas. Y es verdad que la ocasión no absuelve del abuso. Tampoco del robo; ahora bien, no se oye a nadie defender su derecho de pasear de noche por cualquier lugar luciendo su reloj de oro o simplemente su teléfono móvil. Y tal derecho, en cierto modo, existe, en cuanto que ninguna ley prohíbe obrar así. De todas formas, periódicas campañas en el transporte público nos insisten en que estemos precavidos contra los carteristas, sin por eso negar nuestro derecho a llevar el dinero en un bolsillo exterior.

Hoy no se niega que una mujer puede ir prácticamente como quiera. Pero hoy parece igualmente oportuno, y a veces resulta más difícil, afirmar su libertad de vestir modestamente.

También se ha recordado estos días la “regla Pence”, así llamada en referencia al actual vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que hace quince años declaró que nunca comía solo con una mujer que no fuera su esposa. Tachada por muchos de mojigata, han empezado a salir voces femeninas en su defensa. Ya antes de la actual oleada de protestas contra el acoso, una profesora de Yale la consideraba una buena protección para las mujeres en el trabajo.

Señores viajeros, no debería haber carteristas, pero los hay. Por desgracia, hay igualmente hombres brutos o lascivos.