El retorno de los hombres grises

Con el paso de los años, la novela Momo de Michael Ende, aparentemente dirigida a un público infantil, ha resultado ser una profecía de nuestra época, especialmente en lo relativo al tiempo. Sirva rescatar una escena como botón de muestra: un hombre gris entra en el local de un peluquero, a quien convence para realizar un inventario de su tiempo, donde aparecen también los ratos “desaprovechados”. El peluquero, abrumado y persuadido de que el tiempo es dinero, firma un acuerdo con el hombre gris por el que invierte su tiempo en un banco y se compromete a aprovecharlo al máximo en adelante, produciendo sin parar.

Esta escena, envuelta en la novela por la irrealidad que corresponde a la ficción, tiene lugar a diario. Así, el inocente relato de Ende encierra una advertencia contra una concepción del tiempo que, a la larga, puede resultar mortal. Por suerte, también en nuestros días hay quienes denuncian esta forma equivocada de entender el tiempo. Contra el tiempo: filosofía práctica del instante, escrito recientemente por el mexicano Luciano Concheiro, nos anima a plantarle cara al que el autor denomina “tiempo capitalista”, caracterizado por la productividad y la aceleración permanente: “Parece que solo está la vía capitalista, el trabajo absoluto, morir trabajando, endeudarnos, cambiarnos de un trabajo a otro, la precarización…”, sostiene Concheiro en una entrevista para ABC Cultural. Además, este tiempo acelerado no se queda en el trabajo: invade nuestra vida personal, deformando nuestras relaciones desde este prisma de la productividad y del consumo.

A modo de solución, el pensador mexicano habla de una resistencia interior, que empieza por redescubrir el valor del instante; por místico que pueda parecer, se trata de replantearnos nuestra vida cotidiana: “Una práctica tan sencilla como el baile y la lectura de poesía puede revertir por un momento este furor acelerado que nos impone el capitalismo”. Algo similar propone el filósofo Byung-Chul Han en su ensayo El aroma del tiempo: habla de vivir un “tiempo aromático”, capaz de demorarse, de practicar la amabilidad y contemplar: “La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la capacidad contemplativa. Si se expulsa de la vida cualquier elemento apacible, esta acaba en una hiperactividad letal”, afirma Han.

La lucidez de propuestas como las de Concheiro o Han es indiscutible. No obstante, en ellas se advierte una visión donde la realidad cuenta solo “de tejas para abajo”, nada hay más allá. Aciertan en presentar el instante y la demora como caminos para redescubrir el presente: el único tiempo que realmente cuenta. Pero el camino no acaba aquí: las voces de otros pensadores menos conocidos, como la del español Fernando Inciarte, nos recuerdan que este redescubrimiento es, sencillamente, inagotable. La fragilidad del instante presente nos ayuda a caer en la cuenta de la precariedad de cuanto nos rodea y, como consecuencia, a agradecer el milagro de la creación. Dicho en una frase: el tiempo no es dinero, es creado.